las serpientes
La piel de la serpiente está recubierta por
escamas. La mayoría de las serpientes utilizan escamas de la parte ventral para
desplazarse, aferrándose con ellas a las superficies. Sus párpados se
encuentran permanentemente cerrados, pero son en realidad escamas
transparentes. Las serpientes cambian de piel periódicamente. A diferencia de
otros reptiles, el cambio de piel es realizado en una pieza, como si tirara de
una media. Esto se hace a medida que el animal crece y además para reparar
heridas y librarse de parásitos externos. La renovación periódica ha convertido
a la serpiente en un símbolo de salud y medicina, como se muestra en la vara de
Esculapio.
La locomoción se realiza mediante ondulaciones
laterales del cuerpo; las escamas ventrales ensanchadas de muchas serpientes
impiden el deslizamiento en dirección contraria a la marcha. Algunas
serpientes, como ciertas boas y las víboras pueden desplazarse también mediante
movimientos musculares de las escamas ventrales con su cuerpo extendido casi en
línea recta.
El esqueleto tiene muchas vértebras, 200 en
las víboras y 400 en las pitones.
El cráneo está muy modificado respecto al
modelo básico diápsido. Los huesos de la mandíbula superior están débilmente
unidos al resto del cráneo y el cuadrado puede moverse libremente y posee
potentes músculos refractores, lo que permite una enorme abertura de las
mandíbulas y la deglución de grandes presas enteras. Los dientes son agudos y
curvados hacia atrás y se implantan tanto en el paladar como en el maxilar y el
dentario.
Las boas y las pitones poseen rudimentos de
las extremidades posteriores y de sus cinturas; en estas serpientes pueden
verse unas garras en la parte externa y a cada lado de la cloaca que desempeñan
un cierto papel en el coito.
Existen varios tipos de dientes, según el
hueso sobre el que se implanten: maxilares, pterigoideos, palatinos, dentarios
y premaxilares. Los dientes maxilares son los más variados y los únicos que
pueden estar asociados a glándulas venenosas; se pueden distinguir cuatro tipos
principales:
Aglifos.
Son dientes macizos, prensiles, curvados hacia
atrás para sujetar la presa y no están diseñados para inocular veneno. Es el
caso de muchos colúbridos, boidos y pitónidos. En general son serpientes
inofensivas para el hombre, con excepción de las grandes constrictoras
(pitones, anacondas).
Opistoglifos.
Son dientes acanalados situados en la parte
posterior de la mandíbula y conectados con glándulas de veneno, constituyendo
un sistema de inoculación primitivo. Dado que para inyectar el veneno debe
morder con la parte posterior de la boca, normalmente son poco peligrosas para
el hombre. Este es el caso de la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus). No
obstante, las especies de gran tamaño pueden producir graves mordeduras e
incluso la muerte, como Dispholidus typus, del África subsahariana.
Proteroglifos.
Son dientes pequeños y fijos situados en la
parte delantera de la boca, con un canal más o menos cerrado. Las cobras y las
mambas poseen estos dientes. Algunas especies, como la cobra escupidora (Naja
nigricollis), los tienen modificados para escupir el veneno a más de cuatro
metros de distancia.5
Solenoglifos.
Se trata de dos largos colmillos móviles en
parte anterior de la mandíbula; son huecos con un canal interior cerrado y
conectado con glándulas venenosas. Los colmillos se pliegan sobre el paladar
superior cuando el animal cierra la boca y se enderezan rápidamente cuando la
abre. Es el sistema de inoculación más eficaz. Este tipo de dentición es
característico de los vipéridos.